Mi poesía
no es una democracia,
ni mucho menos representativa.
No es una dictadora
de gestas y gestos
para la posteridad
o el proletariado.
No es aristocrática,
ni ácrata siquiera -
sabe que en el mundo hay mandatos
más altos y dotados que sus versos.
Mi poesía, la pobre,
cree que basta
con ofrecer a los otros
su producto interior bruto.
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