Mi hermano el próspero
sumergido en su sofá versallesco
preludia
como elefante en suave regocijo
su siesta.
Mira el mar en la falsa profundidad de la pecera
y organiza la tarde como si fuera un negocio.
Sólo oigo girar la rueda de la fortuna
cuando me acerco sigiloso para mirar a través de su ojo
y el caracol que nos anunció el mar que desconocíamos
se ha convertido
en cornucopia.
Lo rodea un aire robusto, un aire de torre gorda
y menos que gusano soy
ante la concurrencia de parientes y público en general.
A veces pienso en mi padre
que nos aguarda a todos entre la niebla
bebiendo el licor de las botellas vacías,
seguro se alegra
seguro me invita un trago
si le arribo sin chequera
y de todos el más escaldado.
José Watanabe
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